Los motivos que me hicieron joyero

Nos emocionan esas personas que eligen su propio camino, que rompen con lo establecido, que marcan sus propias normas. Aquellos que hacen siempre las cosas de forma parecida, que temen salirse de la norma o que no ponen pasión en lo que hacen, no tanto. Con tu trabajo ocurre algo parecido.

¿Qué lleva a alguien a optar por lo que hace? ¿Por qué prefieren un modo de vida y no otro? Nosotros lo tenemos claro; como claras tenemos las razones que nos llevaron a escoger el arte del horno, del oro, de las limas, de los metales, de las piedras preciosas…

Por cariño a los maestros. Porque un artesano es lo que es gracias a quien le enseña, ese maestro que le muestra el camino, al que quieres parecerte siempre por el cariño que pone en su arte. Respetas a esa figura en todo lo que haces.

Porque cada detalle cuenta. Siempre te has dado cuenta de que, a veces, un pequeño gesto hace más bello el todo. Cada pincelada cuenta para hacer una obra maestra. Porque ella no está completamente vestida hasta que llega una joya que la acompañe No creas objetos. Tampoco eres una pieza de un engranaje mecánico. Sabes que cada pequeño fragmento de lo que haces es único, irremplazable.

Por las necesidad constante de aprender. Nadie puede vivir eternamente haciendo lo mismo: cambia tu punto de vista, descubre una nueva manera de hacer las cosas; nunca pierdas esa curiosidad.

Por respeto a la tradición. Ahora mismo, mientras forjas la joya que tienes entre manos, te sientes el último eslabón de una cadena que se pierde en tiempos remotos. Tú, ahora mismo, le estás dando otro significado.

Porque pasión por la innovación. De igual manera, mientras forjas esa misma joya sabes que además estás explorando en otra dirección, estás huyendo de la forma tradicional de hacer las cosas para escapar así del aburrimiento: no puedes hacerlo si no es divertido.

Porque te emocionas. Con todo. Con ese paseo por el campo que te remite a tu infancia, con esa canción que redescubres cada poco tiempo, con los juegos de un niño. Aun así, no ves nada más apasionante que crear una joya de la nada.

Porque te gusta compartirlo. No sabes de dónde surge, pero siempre sabes su final: de una idea brota una pieza de oro; de una pequeña frase una joya que luce radiante en quien la porta. Te sigue conmoviendo como el primer día.

Por puro amor por este oficio.

Porque la joya te escoge a ti. 

 

Así se crea una joya a partir de un elemento natural

Es una de esas tardes en las que te gusta perderte por ese rincón que solo tú conoces. En este punto, un grupo de encinas te observan mientras paseas; el tiempo se detiene mientras te dedicas a lo que más te gusta: escaparte y perseguir en el bosque cualquier signo de vida alrededor. Te maravillas ante las pisadas de un animal, cuando oyes el trinar de los pájaros, el fluir de un arroyo…No son elementos que pasan ante ti sin más, sino que dejan un poso en ti: te traen recuerdos, te evocan lugares y te sugieren nuevas creaciones. Como las hojas que se me mueven, que hacen que te imagines el tintineo de unos pendientes; o una rama, a partir de la cual te imaginas una pulsera.

Pero tu atención se centra en un pequeño detalle que te encuentras en el suelo. Se trata de un colmillo abandonado en una senda, la huella del paso de un gran animal y cuyos pasos retomas tú ahora. Te insinúa una nueva idea para una joya, te acercas al objeto, lo miras con detenimiento y lo ves claro. Hay un detalle que lo hace diferente: es la hoja de árbol que permanece debajo del objeto, que abraza el colmillo abandonado casi como si fuera un fósil, que hace del conjunto un todo con sentido.

Quieres que la pieza exprese esa misma unidad, el mismo todo orgánico que se presenta en la naturaleza. Huyes del artificio. Por eso, estos anillos y colgantes, forjados a partir de colmillos y amoladeras naturales, están pensados y labrados para que sean un bloque íntegro, que aluda a ese que te puedes encontrar en medio de una senda. Por eso no se tratan de fragmentos superpuestos o impostados. Por eso empleas un engarce único, que imita las formas de una hoja, que permiten convertir la joya en un todo orgánico

De la misma manera, las perlas de venado, tan preciadas y tan únicas, generan el mismo efecto en pendientes, en anillos, en colgantes. Siempre haciendo guiños a su origen, siempre dando lugar, por sus formas y su forma de trabajarlas, a piezas tan únicas como irrepetibles.

Igual que nuestros antepasados usaban estos elementos ornamentales, para nosotros no son solo joyas. Hablan de nuestra conexión con un espacio, simbolizan la atracción que sentimos por la naturaleza, nos cuentan más de nosotros, cosas que a veces creemos olvidadas. Como que somos tan únicos e irrepetibles como estas joyas.

Eso justo es lo que persigues con cada joya que creas.

Joyas de autor

Decenas de desconocidos te rodean; pero no te sientes sola, porque compartís un secreto que pocos entienden. La luz se apaga, pero te fascina este instante de suspensión mágica. De repente, todo está oscuro pero te dejas deslumbrar.

Y, entonces, comienza la proyección. Todo es silencio, pero cientos de sensaciones nacidas de esa pantalla que no puedes dejar de mirar flotan en el ambiente.

Ahora todo son percepciones compartidas, luces, sonidos. Entre todas esas emociones que te llegan de esa pantalla hay una en especial que te cautiva, te tiene seducida. Son esos movimientos de la actriz principal; es la forma que tiene de encadenar las palabras; es un hechizo del que, no sabes por qué, pero no puedes ni quieres escapar.

Pero más allá de todo eso hay un brillo que te atrapa. A su lado, todo lo que hay en escena palidece; es el soplo de color en medio del blanco y negro. Transcurre la película y te das cuenta: no es sino una joya eso que hace que todo sea diferente. Ese pequeño detalle, sutil, que hace de la actriz algo mágico.

Sales del cine y lo piensas: «Quiero ese mismo para mí».

Cada detalle en el metraje cuenta, cada elemento, cada risa, cada sonido, cada canción. Por eso, el director cuida con mimo su creación, por eso esa joya en la que te fijaste luce más.

La película resuena en tu cabeza a medida que pasan los días: el personaje que te deslumbra no desaparece, su aparición ante ti en la pantalla, tampoco. Quieres ser como ella.

No lo sabes, pero ya lo eres. Esa joya que tú llevas puesta ilumina tu alrededor igual que la estrella que deseas ser lo hizo en la sala de cine; ese artesano capaz de ayudarte a brillar a través de detalles como esa joya tiene la misma maestría que el director de la mejor película.

Ahora la ciudad se sumerge en obras únicas, piezas que consiguen mostrarte cosas que pensabas desconocías, trabajos de autor hechos cuidando cada detalle. Exactamente como nuestras joyas.

Los diez detalles que hacen de una joya una pieza perfecta


Una joya no es un accesorio más. De la misma manera que tu forma de hablar o tu mirada no son simples rasgos de tu personalidad sino que hablan de ti, te ubican en tu lugar en el mundo. Por eso, no elijas una pieza al azar, no busques desesperadamente esa sortija o ese brazalete que, simplemente, te ha llamado la atención.

Es mucho más: de alguna manera, la joya te busca a ti. Y cuando te encuentra, sencillamente lo sabes.

No son piezas cualesquiera. Están forjadas de un material distinto. Te ayudamos a diferenciarla, para ese momento en que la joya de contigo.

Conjunta contigo. Pero no lo hace con otras prendas o accesorios: lo hace con tu manera de pensar, tu forma de sentir.

Expresa algo más: un vínculo con un lugar determinado, con una página desconocida de la historia, con una época de tu vida…

No es un producto. Es imaginada para una sola persona, cada detalle cuenta, es una creación artesana fruto de una pasión fraguada en el taller.

Genera un vínculo. Con quien la regala, con quien la muestra… Pero también con el artesano que la crea. Con el se crea un lazo imposible de romper.

Ayuda a expresarte. No son un accidente en tu atuendo; hablan de tus deseos, de tu forma de caminar por el mundo.

Es diferente al resto. Tiene algo que la hace especial, ese pequeño detalle, esa forma, ese color…

Rompe con lo establecido. Es diferente a lo que se espera de ella, aporta algo distinto a lo que se espera de ti.

Te habla. Genera una emoción, casi inexplicable, al verla, al sentirla.

Conecta con tu mundo. Es capaz de evocar un momento concreto de tu vida, un recuerdo que creías olvidado, a esa persona…

Es para ti y solo para ti.

Por eso, las joyas que nacen en un taller como el nuestro son diferentes. Nunca dejes de buscarlas.

Imagen: Vidyka

 

Todo brilla a tu alrededor

Has paseado por sus rincones en cientos de ocasiones, pero siempre te acaba asombrando. La recorres a diario, varias veces, pero no crees que la conozcas del todo. Te reconoces en sus escaparates, sus parques, sus plazas, pero siempre tiene algo que te sorprende. No sabes qué es, pero lo notas: tu ciudad tiene algo familiar y mágico a la vez. Es su forma de brillar.

Sal a la calle, echa a andar, observa todo a tu alrededor, juega a imaginar quiénes son todas esas personas con los que te cruzas, adónde van, qué están buscando.

Y anótalo.

La abuela que espera con ganas este momento de la semana en el que se queda por fin con su primer nieto. Un balón que sale huyendo peligrosamente hacia la carretera. Una dependienta vistiendo de nuevo al maniquí del escaparate. Tu canción favorita en los labios de una cantante que actúa en la calle. Un perro que busca un poco de sol para descansar como merece. El olor de tu panadería. Un recién llegado, en su primera ronda de reconocimiento. Dos vecinas hablando desde la ventana. Una mujer dormitando en la parada tras una larga jornada de trabajo. Un camión de la mudanza cuando la casa se ha ha quedado pequeña. Ese turista desesperado por encontrar a alguien que entienda su idioma. Una joven pareja que acaba de reconciliarse. Las risas que vienen de la terraza del restaurante. Un grupo de amigas de la infancia que se reencuentran justo hoy y que saben que la ciudad es para ellas.

Y tú justo en el medio.

Es tu ciudad, con su forma de sentir, sus escondites, su manera de vibrar. Y siempre hay una joya que va con ella: tu trabajo, hoy, es encontrarla.

Y, de repente, la sorpresa llama a tu puerta

Nunca sabes qué es lo que te va a sorprender cada vez que se abre esa puerta. Cuando alguien conduce sus pasos hacia el taller sabes que algo nuevo va a deparar. Siempre. Imagina la situación: un día cualquiera, una mañana de cualquier semana, una rutina más o menos esperada, un quehacer diario. Y, de repente, casi sin quererlo, un nuevo reto, un nuevo desafío acaba de llamar a tu puerta.

Imposible decir que no: nunca sabes dónde se encuentra la siguiente sorpresa de tu vida, ni adónde te va a llevar. Justo ahí está la magia, esa que se cocina permanentemente en el atelier.

Esta vez la sorpresa tenía un aspecto familiar, una de esas ocasiones en que ves un objeto y te parece conocido. Pero lo observas y lo sabes nada más verlo: tiene algo que lo hace especial, aunque parezca lo contrario. Solo tú lo ves. Tu misión es darle forma, hacerlo diferente, convertirlo en un material único.

Esta vez se trataba de un juego de pendientes. Un antiguo par de perlas rodeadas de un detalle de oro amarillo. ¿Un simple juego de pendientes? Tu misión es dar con su esencia, ir más allá y jugar hasta que tu imaginación haya alcanzado ese lugar en el que todo se convierte en magia.

Esta vez el el truco reside en encontrar la esencia de esa sorpresa que ha caminado hasta ti, de ese desafío que hace poco se ha postrado ante tu puerta. Tú, como siempre, lo dejas pasar y te pones manos a la obra: imaginas, fundes, forjas, moldeas con tus manos… Hasta que lo has encontrado. Y lo has convertido en algo nuevo, lo has actualizado, has plasmado en él tu forma de hacer las cosas. Ahora el tiempo, los años, sigue viviendo en ese juego de pendientes; sí, pero es distinto. Y todo sin perder esa esencia que descubriste al principio.

Tu misión, siempre, es observar, entender y conectar mágicamente con todo aquello que llame a tu puerta. Como esa sorpresa a la que has dado forma esta vez.

Lo mejor de todo es que bien sabes que no será la última.

Nuevos colores, una misma forma de sentir

Hoy comienza un nuevo momento para ti. Es ese instante, otra vez, en el que los árboles cambian de colores, en el que tu cabeza traza los planes para el curso que acaba de empezar, en el que haces, de algún modo, borrón y cuenta nueva, y te pones en marcha otra vez.

Es el momento de llevar a los tuyos al parque más cercano y jugar con las hojas que empiezan a amontonarse en el suelo. De escuchar cómo el viento mece los arboles suavemente. De calzarte unas botas de agua y saltar en los charcos, como una niña. De cambiar tu armario y elegir nuevas prendas, nuevos colores. De quedarte una tarde de sábado en el calor de tu casa disfrutando de ese libro que no tenías tiempo de empezar. De pasar tardes enteras en el cine. De ver llover por la ventana mientras suena tu disco favorito. De contemplar las formas caprichosas que adoptan las ramas desnudas de los árboles. De apuntarte a un curso para aprender algo nuevo. De estar quieta durante horas en medio de un bosque escuchando los sonidos de los animales. De disfrutar del primer vino de la temporada. De volver a coger la cámara de fotos e inmortalizar los colores que brotan de repente a tu alrededor. De buscar una nueva receta, probarla en la cocina y observar cómo cambia el tiempo en la calle. De disfrutar de las playas desiertas, ahora que la mayoría no se atreve —pero tú no eres como el resto—. De experimentar esa sensación que tienes cuando enciendes la chimenea por primera vez en el año. De retomar esos platos de cuchara que te despiertan recuerdos de tu familia, de tu infancia. De coleccionar las hojas caídas y guardarlas como recuerdos de momentos únicos. De redecorar tu casa, de darle un nuevo toque a lo que ves a diario. De elegir una nueva joya, de explorar, de arriesgarse, de buscar.

Este es tu momento, el de retomar ciertas cosas que permanecían esperándote, el de descubrir otras nuevas. Pero siempre con la misma forma de sentir. Que nadie te lo quite.

 

Siempre hay una manera mejor de hacer las cosas: la tuya

Es muy joven, pero lleva ya tiempo aprendiendo de los mejores. Entre lección y lección imagina y se ve a sí mismo como todo un profesional curtido, como un maestro experto que algún día enseñará a otros como él. En ninguno de sus proyectos que sueña para su futuro, esos que le abordan en sus ratos muertos o cuando no está trabajando, permanece alejado del oficio que le está empezando a marcar. Sabe que será de por vida.

Es muy joven, pero en los talleres de la ciudad en los que es aprendiz ya es conocido por su desenvoltura, por su capacidad de aprehender todo lo que se va encontrando día a día. Pero tiene algo más, algo solo para él: en las tardes frías, cuando sale de los talleres de la ciudad que le han dado una oportunidad, vuelve solo a su casa. Allí tiene un rincón que se ha creado para sí mismo. Por su cuenta está explorando las infinitas posibilidades que encuentra en su nuevo oficio. Quiere ir más allá.

Está agradecido a los maestros joyeros que le instruyen en un trabajo que está empezando a amar. Pero quiere más. En la intimidad de su hogar funde materiales, experimenta con el oro, lo une con otros materiales… Las posibilidades son infinitas.

Le divierte lo que hace de continuo, pero quiere algo más. Le llenan las enseñanzas y las preparaciones de sus mentores, pero ve otras posibilidades. Salir de lo que se espera de un profesional como él en una ciudad como esa en la que está aprendiendo.

En casa tiene un pequeño altar. Es ese espacio que ha imaginado para indagar, ese lugar consagrado a llevar su oficio a otra dimensión. En el pequeño escritorio hay resinas, barro, vidrios; también funde oro, que él utiliza con materiales hasta ese momento insospechados. Las posibilidades son infinitas.

Poco a poco, como en esos planes con los que había fantaseado, el rincón se va haciendo más grande. Los materiales, las ideas, las creaciones y los nuevos proyectos cada vez ocupan más sitio. Hasta que, por fin, el pequeño lugar donde daba forma a sus sueños de juventud se convierte en todo un taller profesional que llega hasta el día de hoy.

Ahora, como entonces, es un espacio personal en el que, como un buen actor, ensaya y ensaya hasta dar con su propia voz, su forma de presentarse ante el mundo. Siempre respet
ando, claro, esas enseñanzas de quienes le ayudaron a amar su oficio.

Como él, nunca te quedes con un solo modo de hacer las cosas. Busca tu camino cueste lo que cueste, tu forma única e irrepetible de expresarte: siempre será la manera mejor de hacer las cosas.

 

Ahora que vuelves a empezar…


… Imponte nuevas metas, nuevos objetivos. Retoma la práctica de ese instrumento musical que hace años que no tocas. Escoge un deporte nuevo. Apunta los sueños que tienes cada día y revísalos de vez en cuando. Agradece a esa persona por algo nuevo que te enseña. Aprende una palabra en otro idioma cada día. Llama a tu mejor amiga del colegio, poneos al día. Cada fin de semana ve a la cocina y haz una receta que nunca hayas hecho. Ve al cine a ver una película nueva cada semana. Pasa más tiempo con los más pequeños de la casa y observa con asombro todo lo que hacen. Desconecta en un lugar abierto cuando te agotes. Sonríe.

Ve al trabajo por un camino distinto. Apaga el móvil durante unas horas de vez en cuando. Haz una lista de los libros que más te han marcado y retómalos. Camina una hora al día. No importa el destino. Dibuja en un mapa todos esos sitios que te gustaría conocer. Apúntate a clases de ese idioma que siempre quisiste aprender, de ese baile que siempre quisiste practicar, de esa actividad que sabes que es para ti.

Atrévete y compra esa prenda, esa joya, ese objeto que llevas tiempo anhelando. Lo mereces. Haz una lista de todas esas personas que hace tiempo que no ves y con las que te gustaría reencontrarte. Llámalas una a una. Visita un rincón de tu ciudad al que nunca hayas ido. Conserva un cuaderno en el que escribir a diario cualquier cosa que se te venga a la imaginación. No importa el resultado. Haz un repaso de todo lo que tienes y deshazte de lo que no uses. Enséñale a tus hijos los lugares en los que creciste. Explora el mundo. Descubre cosas nuevas. Arriésgate. Sueña.

Siempre hay un motivo

Todos miran al mismo sitio. La sala está repleta, hay música, gente divirtiéndose, socializando. Pero todos se concentran en el mismo punto. Todas las miradas siguen la misma dirección, todos hipnotizados. A quien miran es a ti.

Lo hacen porque conocen, notan que eres especial y que no es un momento cualquiera para ti. Están los instantes rutinarios, el hábito y los acontecimientos que se suceden, día a día, de forma automática. Ni reparamos en ellos. Después están situaciones como esta. Para ti no es solo una fiesta, ni un evento más en el que coinciden personas que conoces. No, para ti es mucho más: estás celebrando un modo de vida, estás disfrutando del aquí y del ahora. Sabes que no será así, pero disfrutas de este momento como si no fuera a repetirse.

Por eso todos te miran a ti.

Saben que desprendes una aureola especial, luces distinta: y no se trata, simplemente, de la elección de la ropa que has seleccionado para ese día, de tu estilo, de tus complementos, de tus joyas. Se trata de algo mucho más especial, del mero hecho de estar celebrando, de reivindicar tu forma de ser, de exprimir la vida al máximo. Es palpable, siempre.

Por eso aprovecha estos días y todos los que le acompañan. Porque este tiempo es solo para ti, para festejarlo como tú quieras, como tú eres.

Celebra por los que te rodean, los que hacen que momentos tan brillantes como este merezcan la pena.

Celebra por estos instantes, esos que te llevan a escapar de lo frecuente, que te sugieren nuevas maneras de toparse con cosas distintas.

Celebra que te gusta ser como eres, que tú eres tu mejor joya.

Celebra este momento, porque siempre hay un motivo.