Joyas de autor

Decenas de desconocidos te rodean; pero no te sientes sola, porque compartís un secreto que pocos entienden. La luz se apaga, pero te fascina este instante de suspensión mágica. De repente, todo está oscuro pero te dejas deslumbrar.

Y, entonces, comienza la proyección. Todo es silencio, pero cientos de sensaciones nacidas de esa pantalla que no puedes dejar de mirar flotan en el ambiente.

Ahora todo son percepciones compartidas, luces, sonidos. Entre todas esas emociones que te llegan de esa pantalla hay una en especial que te cautiva, te tiene seducida. Son esos movimientos de la actriz principal; es la forma que tiene de encadenar las palabras; es un hechizo del que, no sabes por qué, pero no puedes ni quieres escapar.

Pero más allá de todo eso hay un brillo que te atrapa. A su lado, todo lo que hay en escena palidece; es el soplo de color en medio del blanco y negro. Transcurre la película y te das cuenta: no es sino una joya eso que hace que todo sea diferente. Ese pequeño detalle, sutil, que hace de la actriz algo mágico.

Sales del cine y lo piensas: «Quiero ese mismo para mí».

Cada detalle en el metraje cuenta, cada elemento, cada risa, cada sonido, cada canción. Por eso, el director cuida con mimo su creación, por eso esa joya en la que te fijaste luce más.

La película resuena en tu cabeza a medida que pasan los días: el personaje que te deslumbra no desaparece, su aparición ante ti en la pantalla, tampoco. Quieres ser como ella.

No lo sabes, pero ya lo eres. Esa joya que tú llevas puesta ilumina tu alrededor igual que la estrella que deseas ser lo hizo en la sala de cine; ese artesano capaz de ayudarte a brillar a través de detalles como esa joya tiene la misma maestría que el director de la mejor película.

Ahora la ciudad se sumerge en obras únicas, piezas que consiguen mostrarte cosas que pensabas desconocías, trabajos de autor hechos cuidando cada detalle. Exactamente como nuestras joyas.