Todos miran al mismo sitio. La sala está repleta, hay música, gente divirtiéndose, socializando. Pero todos se concentran en el mismo punto. Todas las miradas siguen la misma dirección, todos hipnotizados. A quien miran es a ti.
Lo hacen porque conocen, notan que eres especial y que no es un momento cualquiera para ti. Están los instantes rutinarios, el hábito y los acontecimientos que se suceden, día a día, de forma automática. Ni reparamos en ellos. Después están situaciones como esta. Para ti no es solo una fiesta, ni un evento más en el que coinciden personas que conoces. No, para ti es mucho más: estás celebrando un modo de vida, estás disfrutando del aquí y del ahora. Sabes que no será así, pero disfrutas de este momento como si no fuera a repetirse.
Por eso todos te miran a ti.
Saben que desprendes una aureola especial, luces distinta: y no se trata, simplemente, de la elección de la ropa que has seleccionado para ese día, de tu estilo, de tus complementos, de tus joyas. Se trata de algo mucho más especial, del mero hecho de estar celebrando, de reivindicar tu forma de ser, de exprimir la vida al máximo. Es palpable, siempre.
Por eso aprovecha estos días y todos los que le acompañan. Porque este tiempo es solo para ti, para festejarlo como tú quieras, como tú eres.
Celebra por los que te rodean, los que hacen que momentos tan brillantes como este merezcan la pena.
Celebra por estos instantes, esos que te llevan a escapar de lo frecuente, que te sugieren nuevas maneras de toparse con cosas distintas.
Celebra que te gusta ser como eres, que tú eres tu mejor joya.
Celebra este momento, porque siempre hay un motivo.