Y, de repente, la sorpresa llama a tu puerta

Nunca sabes qué es lo que te va a sorprender cada vez que se abre esa puerta. Cuando alguien conduce sus pasos hacia el taller sabes que algo nuevo va a deparar. Siempre. Imagina la situación: un día cualquiera, una mañana de cualquier semana, una rutina más o menos esperada, un quehacer diario. Y, de repente, casi sin quererlo, un nuevo reto, un nuevo desafío acaba de llamar a tu puerta.

Imposible decir que no: nunca sabes dónde se encuentra la siguiente sorpresa de tu vida, ni adónde te va a llevar. Justo ahí está la magia, esa que se cocina permanentemente en el atelier.

Esta vez la sorpresa tenía un aspecto familiar, una de esas ocasiones en que ves un objeto y te parece conocido. Pero lo observas y lo sabes nada más verlo: tiene algo que lo hace especial, aunque parezca lo contrario. Solo tú lo ves. Tu misión es darle forma, hacerlo diferente, convertirlo en un material único.

Esta vez se trataba de un juego de pendientes. Un antiguo par de perlas rodeadas de un detalle de oro amarillo. ¿Un simple juego de pendientes? Tu misión es dar con su esencia, ir más allá y jugar hasta que tu imaginación haya alcanzado ese lugar en el que todo se convierte en magia.

Esta vez el el truco reside en encontrar la esencia de esa sorpresa que ha caminado hasta ti, de ese desafío que hace poco se ha postrado ante tu puerta. Tú, como siempre, lo dejas pasar y te pones manos a la obra: imaginas, fundes, forjas, moldeas con tus manos… Hasta que lo has encontrado. Y lo has convertido en algo nuevo, lo has actualizado, has plasmado en él tu forma de hacer las cosas. Ahora el tiempo, los años, sigue viviendo en ese juego de pendientes; sí, pero es distinto. Y todo sin perder esa esencia que descubriste al principio.

Tu misión, siempre, es observar, entender y conectar mágicamente con todo aquello que llame a tu puerta. Como esa sorpresa a la que has dado forma esta vez.

Lo mejor de todo es que bien sabes que no será la última.