Echa un vistazo a tu alrededor: las cosas más bellas, aunque no lo creas, son las que no permanecen siempre iguales, las que continuamente van mutando su apariencia. Todo depende del momento en el que mires. Todo depende de cómo te acerques a ellas. Puedes contemplarlas dos veces
; nunca serán exactamente iguales.
Esa es su grandeza.
Igual que un árbol cambia a lo largo del día: con los primeros rayos del amanecer, con el viento que mece suave sus hojas, con el tímido piar de un pequeño pájaro que se posa en una de s
us ramas… Nunca es igual.
O los colores del campo a lo largo del año: del estallido de color en su momento de máxima viveza al contraste reflexivo de los troncos desnudos. De la disparidad otoñal en sus tonos a la naturaleza pictórica del verano. Siempre acecha ese cambio que expresa su perfección.
También su
cede con el (aparente) fluir continuo de un río, con la perpetua ebullición de esa ciudad que amas, con las miradas de un actor a lo largo de su representación, con el paisaje que te conmueve a través de la ventanilla a lo largo de un viaje…
Lo más precioso de esas cosas es que, precisamente, nunca permanecen iguales.
Nos gustan las personas que se adaptan a cualquier situación. Honestas, pero dispuestas a saborear lo que se presente ante ellas; fieles, pero siempre abiertas probar. Esas personas con esa forma de mirar que comprende y que conecta de forma casi mágica con quien encuentra. Se quien sea, en cualquier momento.
Para estas mujeres se ha concebido una joya tan versátil como ellas. Porque no quieres lucir siempre de la misma manera, porque sabes lo que esperas de ti en cada momento. Un pendiente desmontable, con dos piezas elaboradas a partir de cuarzo rosa y diamante. Uno simboliza el amor y la calidez, cariño y cercanía; el otro, la fortaleza y la voluntad, reflexión y permanencia.
Igual que todo en la vida, depende del momento. Del tuyo y de lo que quieras expresar. No todo, ya lo sabes, ha de ser igual todo el tiempo.



Lo repites año tras año y casi ni recuerdas cuándo fue la primera vez. Seguramente fueras pequeña, lo que experimentaste te impresionó, era algo mágico. Por eso se ha convertido casi en una tradición para ti y los que te rodean, lo revives año tras año. Al llegar este momento del mes esa pequeña se apodera de ti. Y rememoras. Vuelves a sentir lo mismo que esa primera vez que saliste a observar las estrellas de agosto.
Lo que para muchos es una tediosa y aburrida tarde de verano en sus ojos son solo unos minutos que se van sin darse cuenta. Para nosotros es solo un momento más, un trámite; para ella es un regalo que le pone en bandeja y al alcance de la mano cientos de cosas nuevas, aún por descubrir. En sus ojos de niña todo es desconocido y emocionante, nada es lo que parece.
El proceso arranca en el momento mismo en el que se abre la puerta. Quien entra en el taller no es una persona más, lo sabemos nada más verte. Conocemos cómo eres, aunque no nos hayamos visto nunca. Se ha puesto en marcha una cadena de acciones que se suceden de forma natural, pero casi mágica.

Así nacieron también las joyas de la colección ‘Arena y mar’. Solo que esa imagen que surgió con unos vidrios de una playa junto a la isla de La Toja se enriqueció con la aportación en el momento justo de Ulises Mérida: unos cristales marinos llegados directamente de la costa de Florida. Todo en estas piezas, desde el vidrio de Murano hasta la cadena de plata, es tratado cuidadosamente en el taller para sugerir una apariencia marina, como moldeada por la arena. En el taller todo es posible: del mar hasta ti, pasando por las manos del orfebre.
Las notas musicales se deslizan de forma serena por las cinco líneas del pentagrama. La clave, siempre en el mismo sitio, es el centro alrededor del cual giran las demás. Todo encaja perfectamente y, tan siquiera verlo proporciona una sensación de armonía, de que todo encaja naturalmente.