Joyas de autor

Decenas de desconocidos te rodean; pero no te sientes sola, porque compartís un secreto que pocos entienden. La luz se apaga, pero te fascina este instante de suspensión mágica. De repente, todo está oscuro pero te dejas deslumbrar.

Y, entonces, comienza la proyección. Todo es silencio, pero cientos de sensaciones nacidas de esa pantalla que no puedes dejar de mirar flotan en el ambiente.

Ahora todo son percepciones compartidas, luces, sonidos. Entre todas esas emociones que te llegan de esa pantalla hay una en especial que te cautiva, te tiene seducida. Son esos movimientos de la actriz principal; es la forma que tiene de encadenar las palabras; es un hechizo del que, no sabes por qué, pero no puedes ni quieres escapar.

Pero más allá de todo eso hay un brillo que te atrapa. A su lado, todo lo que hay en escena palidece; es el soplo de color en medio del blanco y negro. Transcurre la película y te das cuenta: no es sino una joya eso que hace que todo sea diferente. Ese pequeño detalle, sutil, que hace de la actriz algo mágico.

Sales del cine y lo piensas: «Quiero ese mismo para mí».

Cada detalle en el metraje cuenta, cada elemento, cada risa, cada sonido, cada canción. Por eso, el director cuida con mimo su creación, por eso esa joya en la que te fijaste luce más.

La película resuena en tu cabeza a medida que pasan los días: el personaje que te deslumbra no desaparece, su aparición ante ti en la pantalla, tampoco. Quieres ser como ella.

No lo sabes, pero ya lo eres. Esa joya que tú llevas puesta ilumina tu alrededor igual que la estrella que deseas ser lo hizo en la sala de cine; ese artesano capaz de ayudarte a brillar a través de detalles como esa joya tiene la misma maestría que el director de la mejor película.

Ahora la ciudad se sumerge en obras únicas, piezas que consiguen mostrarte cosas que pensabas desconocías, trabajos de autor hechos cuidando cada detalle. Exactamente como nuestras joyas.

Los diez detalles que hacen de una joya una pieza perfecta


Una joya no es un accesorio más. De la misma manera que tu forma de hablar o tu mirada no son simples rasgos de tu personalidad sino que hablan de ti, te ubican en tu lugar en el mundo. Por eso, no elijas una pieza al azar, no busques desesperadamente esa sortija o ese brazalete que, simplemente, te ha llamado la atención.

Es mucho más: de alguna manera, la joya te busca a ti. Y cuando te encuentra, sencillamente lo sabes.

No son piezas cualesquiera. Están forjadas de un material distinto. Te ayudamos a diferenciarla, para ese momento en que la joya de contigo.

Conjunta contigo. Pero no lo hace con otras prendas o accesorios: lo hace con tu manera de pensar, tu forma de sentir.

Expresa algo más: un vínculo con un lugar determinado, con una página desconocida de la historia, con una época de tu vida…

No es un producto. Es imaginada para una sola persona, cada detalle cuenta, es una creación artesana fruto de una pasión fraguada en el taller.

Genera un vínculo. Con quien la regala, con quien la muestra… Pero también con el artesano que la crea. Con el se crea un lazo imposible de romper.

Ayuda a expresarte. No son un accidente en tu atuendo; hablan de tus deseos, de tu forma de caminar por el mundo.

Es diferente al resto. Tiene algo que la hace especial, ese pequeño detalle, esa forma, ese color…

Rompe con lo establecido. Es diferente a lo que se espera de ella, aporta algo distinto a lo que se espera de ti.

Te habla. Genera una emoción, casi inexplicable, al verla, al sentirla.

Conecta con tu mundo. Es capaz de evocar un momento concreto de tu vida, un recuerdo que creías olvidado, a esa persona…

Es para ti y solo para ti.

Por eso, las joyas que nacen en un taller como el nuestro son diferentes. Nunca dejes de buscarlas.

Imagen: Vidyka

 

Todo brilla a tu alrededor

Has paseado por sus rincones en cientos de ocasiones, pero siempre te acaba asombrando. La recorres a diario, varias veces, pero no crees que la conozcas del todo. Te reconoces en sus escaparates, sus parques, sus plazas, pero siempre tiene algo que te sorprende. No sabes qué es, pero lo notas: tu ciudad tiene algo familiar y mágico a la vez. Es su forma de brillar.

Sal a la calle, echa a andar, observa todo a tu alrededor, juega a imaginar quiénes son todas esas personas con los que te cruzas, adónde van, qué están buscando.

Y anótalo.

La abuela que espera con ganas este momento de la semana en el que se queda por fin con su primer nieto. Un balón que sale huyendo peligrosamente hacia la carretera. Una dependienta vistiendo de nuevo al maniquí del escaparate. Tu canción favorita en los labios de una cantante que actúa en la calle. Un perro que busca un poco de sol para descansar como merece. El olor de tu panadería. Un recién llegado, en su primera ronda de reconocimiento. Dos vecinas hablando desde la ventana. Una mujer dormitando en la parada tras una larga jornada de trabajo. Un camión de la mudanza cuando la casa se ha ha quedado pequeña. Ese turista desesperado por encontrar a alguien que entienda su idioma. Una joven pareja que acaba de reconciliarse. Las risas que vienen de la terraza del restaurante. Un grupo de amigas de la infancia que se reencuentran justo hoy y que saben que la ciudad es para ellas.

Y tú justo en el medio.

Es tu ciudad, con su forma de sentir, sus escondites, su manera de vibrar. Y siempre hay una joya que va con ella: tu trabajo, hoy, es encontrarla.